En 1989 Kimberlé Williams Crenshaw, académica y profesora estadounidense especializada en el campo de la teoría crítica de la raza, acuñó el término interseccionalidad que define como “el fenómeno por el cual cada individuo sufre opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales”.
Hoy es nuestra compañera Paz Aloisi la que nos habla de él y lo asocia al trabajo que realizamos, desafiando el supuesto de que las mujeres somos un grupo homogéneo y que por tanto la orientación no puede ser igual y debe ser individualizada.
Cómo es de público conocimiento, la mayoría de las personas desempleadas son mujeres, y si profundizamos más en este análisis nos encontraremos con que también son cuidadoras. Y si continuamos nos encontramos con que muchas de ellas, mujeres, cuidadoras también son inmigrantes.
¿Qué es la interseccionalidad?
Por esto es clave entender qué es la interseccionalidad: la dinámica entre las identidades coexistentes, por ejemplo, ser mujer, migrante, negra; y cómo afecta el desarrollo de la vida de esta persona si la vinculamos con los sistemas de opresión: el patriarcado, la xenofobia y el racismo.
Será vital tener muy presente lo anterior para poder llevar adelante una intervención a la altura de las circunstancias. Libre de prejuicios, libre de estereotipos, llena de empatía. De lo contrario, por acción u omisión, seremos cómplices (o parte) de la opresión.
Orientar y escuchar
Sabemos que la promoción de la formación es una de las patas de nuestra tarea diaria, pero no todas las formaciones son para todas las personas. Y no hablo en función a la capacidad, si no en relación a los deseos y habilidades de las personas que estamos acompañando. De no tener esto en cuenta, estaremos condenando a las usuarias a llevar adelante algo que, para nosotras, en nuestra realidad, es factible y conveniente, sin tener en cuenta a la protagonista del proceso. Escuchemos más, aprendamos más de ellas, orientemos sin jamás perder de vista al ser humano que tenemos frente y sus particularidades. Escuchar y escuchar.
No encajemos “Formación” y “Persona” cual pieza de producción continua. Son piezas únicas. Somos únicas.
Tenemos la responsabilidad de no perpetuar estereotipos de género. De no profundizar desigualdades. Que el color del pasaporte no determine la tarea o el rol a desempeñar.
El objetivo profesional
El primer empleo en un país de acogida también puede ser entendido como una trampa. Una trampa que le brinde un ingreso económico, pero que entierre muchos metros bajo tierra la concreción de su objetivo profesional, de su vocación.
Todas las personas tenemos derecho a un trabajo digno y a soñar con ese empleo o esa formación que tanto anhelamos. Brindemos alternativas, promovamos el cambio. Hablemos de procesos, de paciencia, de trabajos puentes que las acerquen a ese objetivo. No demos por sabido todo. Repreguntemos…
A menudo la vorágine diaria nos hace correr detrás de los objetivos, perdiendo de vista el “para qué” y el “para quién”. Orientamos y acompañamos personas.
No nos perdamos de vista como trabajadoras. Desarrollemos una mirada más empática, menos eurocentrista, más transcultural.
Nos espera un largo camino de deconstrucción y aprendizaje.