El servicio de orientación laboral se ofrece, mayoritariamente, con fondos públicos. Esto tiene sentido, porque el empleo es una necesidad fundamental y cuando se está en desempleo, se suele contar con pocos recursos económicos. Pero ¿con qué criterios se asignan estos fondos?
Hoy nuestro compañero Esteban Grandal nos invita a reflexionar sobre el peligro de utilizar el precio como único criterio al seleccionar propuestas en concursos o convocatorias públicas para la prestación de servicios de orientación. Esteban es profesional autónomo y lleva años ofreciendo servicios a diferentes entidades. Esto le ha llevado a pensar mucho sobre el tema y sus consecuencias, que pueden ser más serias de lo que a primera vista pueda parecer.
La importancia de medir lo importante
La semana pasada salió en prensa el anuncio de que los fondos para las nuevas políticas activas de empleo se ligarán a resultados. Me parece una buena medida y la aplaudo. También me parece complicada y peligrosa, porque dependiendo de cómo se midan las cosas, en muchas ocasiones los criterios se olvidan de lo importante… las personas.
La verdad es que este tema está relacionado con una cuestión que hace unos años que he identificado y quiero aprovechar para compartir (y si me lo permitís, para denunciar). Me estoy refiriendo a ciertas licitaciones, contratos menores, invitaciones, etc… de organismos públicos para presentar propuestas de intervenciones en las que “el único criterio es el precio”. Así, con dos… narices…. sin más miramientos o criterios que aseguren un mínimo de calidad, como prevención de bajas temerarias, valoraciones de otras colaboraciones, certificados de buena ejecución, resultados, características técnicas de la propuesta… nada. El precio es lo único que importa. Entiendo que podría enviar un presupuesto (sin propuesta técnica) y tendrían que dármelo.
El peligro de competir SOLO en precio
Lo cierto es que si yo, que soy un profesional que tiene que comer y que tiene unas horas limitadas para trabajar, tengo que bajar mucho los precios, eso quiere decir que la calidad tendrá que ser proporcional… (menos tiempo de atención a las personas, menos tiempo para preparar dinámicas, menos tiempo para formarme por mi cuenta, menos tiempo… el tiempo no se negocia, es el que es y de algún lado hay que sacarlo).
Alguien me puede decir: “Oye, Esteban, que se puede dar calidad a precios bajos”. Cierto, puede ser (con límites, claro). Por eso digo que lo de “único criterio el precio” NO es una fórmula viable. Porque si no tienes en cuenta nada más ¿cómo sabes si se va a ofrecer un servicio de calidad para una persona que lo necesita? ¿cómo transmites la importancia de la calidad? ¿cómo lo tienes en cuenta para la próxima convocatoria?
Lo que sí se mide mucho es lo que les permita justificar la actividad ante la entidad financiadora (las fotos y las firmas son lo más importante), no vaya a ser que no cumplan con los criterios y pierdan los fondos el año que viene. Lo cierto es que en nuestra vida cotidiana tenemos en cuenta las cosas que nos importan, lo que nos da igual no lo medimos… porque nos da igual…
También fomenta la precariedad laboral que repercute en las personas
Un concurso implica que los “jugadores” se vayan “superando”. Es una competición muy peligrosa porque hay mucho en juego. Sinceramente creo que este tipo de “concursos” por ver quién baja más el precio fomentan la precariedad salarial y al final, de facto, se están sorteando límites muy claros y necesarios: Si existe el salario mínimo interprofesional, ¿cómo es que no se pone un mínimo de precio hora? ¿O es que alguien cree que se puede ofrecer un precio de 12€ hora y cobrar un salario digno? ¿Acaso esto importa o se tiene en cuenta?
Resumen: Las personas no aparecen por ningún lado, no importan y no se ponen en el centro de este tipo de convocatorias. Quedan olvidadas entre montones de papeleo, justificaciones, “criterios” (y notas de prensa… la propaganda que no falte).
Yo ya no juego a este juego
He dejado de prestarme a este tipo de actuaciones. Ya no puedo. Lo veo tan claro que no puedo participar en ello. Hace más de 2 años que he dejado de presentar propuestas en estas condiciones. No me compensan, me indignan y me escandalizan… Prefiero mil veces las colaboraciones gratuitas con entidades que sí tienen a las personas en el centro… para esas siempre encontraré tiempo (vale, dentro de un orden que también tengo que comer… jajaja).
No entiendo esta actitud en ningún ámbito, pero en el ámbito de la atención a personas me parece una vergüenza. Hablamos de servicios públicos para atender situaciones complejas, difíciles y delicadas, como la búsqueda de un empleo con el que ganarse la vida.
Me pregunto si las personas responsables de estas convocatorias (quien quiera que sea, no el técnico de turno que le toca dar la cara) cuando se van a comprar una casa, por ejemplo, el único criterio que emplean es el precio… o al comprar la comida para sus hijos… o cualquier cosa que le importe… estoy seguro de que no. Y vuelvo a recalcar lo de “único criterio”.
Lo que merece la pena
No quiero que parezca que TODO es así. Para nada. No me llegan las horas del día para participar en la gran cantidad de proyectos que están en marcha y que realmente miran por las personas. Me da la impresión de que cada vez hay más de este tipo y menos del otro (las del precio como único criterio, digo). Confío en que esta reflexión ayude a hacer evidente lo vergonzoso e inútil que son este tipo de prácticas y que poco a poco se apliquen criterios que realmente tengan a las personas en el centro. El resto no funcionará.